Hasta donde recuerda, el papá adoraba tres cosas: la física, la política y la música. Escuchaba música clásica la mayor parte del tiempo, y también algo de folklore. A la mamá también le gustaba escuchar música, pero traía algunas otras: cantantes de protesta como Joan Báez, Nana Mouskouri y Mercedes Sosa, también Nacha Guevara, una cantante argentina bastante provocativa. La madre les ponía una canción de Nacha a sus hijas que las hacía reír: “No se casen, chicas”, una canción divertida, muy rápida, que aconsejaba a las jóvenes tener buen sexo, amores cortos e independencia económica, en vez del deprimente prospecto de conseguir un marido gordo y viejo (más tarde descubrió que la letra era de Boris Vian).
Entre las posesiones más queridas del papá, estaba un grabador de música, de reel, de esos grandotes y de alta fidelidad. Las cintas eran sobre todo de música, pero de tanto en tanto él grababa sonidos en la casa. Ella se acuerda de que su papá la entrevistó cuando tenía cuatro o cinco años, pero sólo recuerda la voz y no el contenido. ¿Tendría interés en cómo se sentía, o en lo que pensaba, o en lo que sabía? Ya no está para preguntarle.
En algún momento, su hermana aprendió a manejar el grabador y empezó a jugar con él. La nena estaba feliz cuando su hermana la empezó a incluir en el juego. Como en la casa siempre se escuchaba la radio, las chicas conocían el estilo de los programas. Jugaban a ser periodistas; cantaban canciones y hacían comentarios tontos; imitaban las propagandas y los cantitos que escuchaban en las manifestaciones. Podían jugar durante horas, regrabando las cintas si lo necesitaban. La nena se divertía mucho.
Una grabación en particular fue muy festejada por la familia. En ella, las chicas jugaron a entrevistar a la presidenta, la primera mujer argentina en convertirse en jefa de estado después de que su marido, Juan Domingo Perón, se murió en julio de 1974. Isabelita Perón -así se llamaba- fue una pésima presidenta, muy débil, y durante ese período creció la violencia paramilitar contra los movimientos populares, y poco después vino el golpe militar. El gobierno de Isabelita fue el momento en que su familia pasó a la clandestinidad por las amenazas de la ultraderecha. El grabador fue parte de las pocas cosas que ellos llevaron a la casa de seguridad, y era una fuente de diversión, sobre todo cuando jugaban a entrevistar gente. Su hermana, dos años mayor, era la que decidía quién hacía qué todo el tiempo. En la entrevista con Isabelita Perón, la hermana mayor agarró el micrófono (un aparato pequeño y moderno) y pretendió ser la periodista; la nena no tuvo más remedio que jugar a ser la pésima presidenta. Las chicas tuvieron una larga conversación sobre lo que estaba haciendo el gobierno, con la periodista siempre en la ofensiva y la débil presidenta casi sin respuesta. Las chicas conocían los nombres de varios de los ministros y los traían a la conversación. La nena todavía se acuerda de una pregunta de la sagaz periodista: “Presidenta Isabelita, dígame, ¿por qué es taaan mala?” Cada vez que escuchaban la grabación en la familia, la pregunta generaba un coro de risas. La nena no se acuerda qué respondió, pero estaba feliz de participar en la trama, aunque le hubiera tocado la peor parte. Se sentía tan orgullosa de que su familia lo disfrutara, y que sus papás supieran que ella estaba de su lado.